miércoles, 15 de septiembre de 2010

Reencuentro con las verdades

Recuerdo que el fin de semana pasado tuve una nueva experiencia en la zona de Pumanque, lugar desbastado por el terremoto de febrero que dejó a muchos lugareños sin techo, y con una sensación de orfandad frente a la madre naturaleza muy expresada desde dentro.

Ha pasado el tiempo, los escombros han sido retirados, las personas ubicadas en casas de parientes y todo al parecer vuelve a la normalidad.

En mi búsqueda de sentido de las cosas, me encontré esta vez con las mismas familias con las que compartimos el momento más cercano a la tragedia y pude distinguir en ellas el sentimiento que hoy les embarga.

A diferencia de marzo, ellos están llenos de sabiduría. Han comprendido que nuestra fragilidad es tan grande que solo  les queda vivir en las manos de Dios confiados en que El les brindará los medios necesarios para volver a levantarse.

Los momentos de compartir la reflexión potente que ha surgido basada en sus fragilidades,  la integración  y solidaridad ha surgido con mucha más  fuerza en el lugar.

 Claramente ya no son los mismos. Me confiesan que no quieren seguir llorando y que al igual como la Madre naturaleza, donde el sol hoy se abre paso entre las nubes, los pájaros han salido de su escondite inundando el lugar con sus cantos, y los prados se han vestido de colores anunciando la próxima primavera; ellos intentarán imitarla con la misma energía, que está presente en el ambiente, Ellos quieren resurguir desde el dolor y la herida que el terremoto les causó.

No desean quedarse al borde del camino lamentando lo que pasó.
Y a propósito de aquello, recorriendo el lugar donde una vez hubo un hogar, una de mis compañeras de ruta me muestra donde volverán a construir  camimanos sobre las ruinas y mientras imaginabamos la nueva contrucción , me topo con algo que me hizo quedar en silencio un largo rato.
Eran plantas que estaban absolutamente tapadas por la tierra y las ruinas,  que aparecian alegrando el lugar con sus flores de distinto colorido
 La vida continuaba su ciclo, las flores empujaban por salir a la superficie a pesar de los escombros que la aplastaban,  los pequeños arboles caidos no se daban por vencidos y mostraban dentro del pequeño espacio de luz que les llegaba a sus raices casi en el aire,  los futuros frutos que darán , si logran ser puestos de pie a tiempo. .

, En ese momento maravilloso y lleno de asombro es que logramos ver con nitidez la relación entre las palabras de los lugareños y los brotes de vida allí encontrados.
.Es que el Dios de la vida no se detiene. . EL se hará presente a pesar de nuestras desconfianzas límites y  relación intermitente.  El nos dará la confianza que necesitamos para seguir luchando . El sin grandes escenarios nos mostrará la fuerza de la Vida la cual a pesar de los dolores y dificultades no permitirá jama´s un desarme y derrumbe total de ella.

 Allí estaba diciéndonos que es posible surgir a pesar que muchas veces las cosas se nos escapen de control y que es posible dar una respuesta sabia ante lo inesperado, porque EL siempre nos tendrá formas distintas de hablar, al igual que nosotros formas diferentes de responder.


Gran momento que me permite una vez más remitirme al origen; un Dios infinito y de posibilidades sin fin.

Sin duda esta experiencia cotidiana se ha convertido en un hecho memorable que aprovecho de compartir para quienes deseen reconocer la voz de del Señor que nunca dejará de hablarnos  aun en entre el caos y el dolor.

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